Entre mis alumnos están los próximos constructores del mundo.
Nuestro secreto para enseñar todos los días es: tener hambre de vida, tener urgencia por vivir, tener ganas de agradecer cada gesto de cualquiera que se entregue con devoción, con respeto, con alma.
Fuerza para luchar por mis sueños, por mis ideas, por mis amigos, por mis alumnos. Tengo deudas muy poderosas que sigo alimentando procurando mi entrega con todo lo que soy.
Me siento bendecido porque puedo brindar mi talento a un mundo que lo necesita.
El mundo, son los sueños de millones de seres que se esfuerzan por algo más que respirar, que necesitan el roce, la palabra amable, la emoción más elemental. Algunas veces enfrentamos algunos problemas, pero todo esto es parte del aprendizaje.
Formamos jóvenes
Formamos aprendices que seguirán construyendo este mundo. Por eso es un deber moral asumir tan sagrado proyecto de vida. Instigándoles a explorar, a descubrir lo desconocido.
El mundo es de quienes aman la vida, el amor debe entrar en las aulas donde enseñamos. Enseñamos conocimiento y lo hacemos con extraordinarios recursos.
Las universidades y los centros de formación, que tanto invierten en innovadoras herramientas, donde deben hacer su mayor esfuerzo, su mayor entrega, es en el capital imprescindible, el humano.
Debemos formar a personas-arquitectos, a personas-eruditas, a personas-científicas, pero siempre humanas, sensibles, solidarias, irrenunciables a sus sueños de mejorar el mundo, capaces, críticas y comprometidas.
La ecuación es sencilla
El dinero no podrá comprar esta fascinación por el saber, por ampliar la mirada a todas las cosas. Daré todo cuanto soy por dejar aquí antes de mi partida, junto a los corazones plenos.
Quiero ser el que escuche, quiero ser el que llore en cada clase, de agradecimiento y amor. Así me brindo en la silente batalla de cada día.
Para ello ofrezco todo lo que amo, ofrezco mis ansias de respirar con fuerza, de cantar la belleza, de orar las gracias de la vida, invito a descubrir a los que tanta belleza entregaron al mundo.
Nuestra Misión
La ecuación es muy sencilla. Formo a mentes libres y amantes de la vida. Exigentes en la posición que deben afrontar, todas distintas, porque cada ser es único.
Su misión es una por encima de todo, generar esperanza, propiciar proyectos que sirvan al mundo, alimentar la vida.
Entre mis alumnos están los próximos constructores del mundo y por ello me debo a esta misión con todo lo que soy, sin escatimar en recursos, sin apreciar el desgaste.
Al fin, mis sueños son los del mundo. Construir la vida, instante a instante, desde cada proyecto, cada compromiso, ha de servir a causas poderosas, porque eso es vivir.
Somos Robinson
Esta es mi decisión, como la de otros, otros muchos. A veces uno se siente Robinson perdido en una isla, pero no es así. Lo atestiguan las palabras emocionantes y agradecidas de estos jóvenes que ansían vivir con todo.
Ahora lo sé. Siempre lo supe. Nada está perdido. Todo lo que tenemos frente a nosotros es un ingente esfuerzo de convivencia, pero también un fascinante mundo al que solo uno puede pertenecer.
Tengo hambre de vida y quiero que lo sepáis todos. Sin miedo, sin prisa, voy camino de la soledad, del silencio de la cueva, pero antes, disfruto como si fuera el único ser capaz de darse cuenta del secreto del mundo.
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