El negocio Coco Bongo decidió abrir sus puertas y crear una escuela multigrado para que los niños no estuvieran sin clases tras terremoto.
Los terremotos de septiembre no sólo destruyeron viviendas, sino también más de mil 140 escuelas de la región del Itsmo de Tehuantepec y dejó sin clases a miles de infantes.. Para que los niños no estuvieran de ociosos tras los sismos del 7 y 19 de septiembre en Juchitán, Oaxaca, un negocio es bar por la tarde y por la mañana es una escuela.
El restaurante-bar-escuela, conocido como Coco Bongo, inició con 18 alumnos y ahora alberga a 35 niños y niñas de 5 a 12 años, quienes toman clases en el patio del negocio.
La que podría llamarse “escuela multigrado” comenzó a funcionar un mes después del terremoto de magnitud 8.2, que sacudió el Itsmo de Tehuantepec.
Carlos Antonio López, propietario del negocio, admite que la idea inicial fue de su esposa, Nelmi Roselis Trejo, quien estaba preocupada porque sus dos hijos solo veían televisión, jugaban y tenían mucho tiempo dedicado al ocio.
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“Primero pensó en contratar maestros para los niños y luego dijo que podrían ayudar a los demás pequeños sin clases ni escuela”, rememoró.
Pedimos el apoyo de vecinos, solicitamos maestros por internet y tuvimos respuesta. A un mes del terremoto ya estábamos trabajando con ellos, teníamos el espacio, las mesas, las sillas y el deseo de ayudar,” indicó Trejo, que administra la escuela y prepara el desayuno para los pequeños, cuyos padres aportan 5 pesos por alumno.
El “salón de clases” es un espacio abierto de 10 metros de largo por 8 de ancho, con techo de lámina, dos paredes de concreto y una barda de madera con plástico.
Está rodeado de plantas de ornato y posee un pizarrón, 30 sillas de madera y 10 mesas. Más allá están los baños y a un lado la cocina.
Alumnos de todas las edades
Los estudiantes se sientan según van llegando. Son de diversas edades y grados escolares que vienen de escuelas privadas o públicas y que siguen sin clases desde hace dos meses tras derrumbarse sus salones.
Guadalupe García, madre de dos niñas de 10 y 11 años inscritas en la escuela pública Daniel C. Pineda -ya demolida- declaró que siguen esperando que la dirección les avise del inicio las clases en las aulas provisionales que está construyendo el gobierno federal.
Hasta entonces, lleva a sus hijas al Coco Bongo para que comiencen a recuperar su ritmo y sus clases. Aunque la iniciativa ha sido criticada, el propietario del bar apunta contundente:
“Uno ayuda con lo que tiene y ponemos nuestro apoyo y hasta nuestro dinero porque pedimos 5 pesos de cooperación por niño para el desayuno y no alcanza, pero ya nos metimos en esto y no nos vamos a rajar”.
Estrategia contra los estragos del sismo
“Cuando los niños llegaron aquí parecían expertos, sabían todo del terremoto, lugar del epicentro, magnitud y duración, cosas que ni yo sabía, pero también se habla del tema y se les brinda apoyo psicológico y se ofrecerá también a padres de familia”, relató Carlos Antonio López.
Agregó que cuentan con una maestra de educación básica, un maestro de inglés, un psicólogo y un maestro de pintura, a quienes quieren conservar incluso después de que termine la emergencia con un proyecto nuevo; ofrecer lecciones de arte, música, pintura, danza, guitarra y regularización de clases por las tardes.
Evelyn de Jesús Carrasco, psicóloga que brinda las clases, con una experiencia de cinco años en la docencia con niños de preescolar, señala que se ha ido acoplando a los pequeños y aprendiendo de ellos.
“Mi centro de trabajo se dañó, los dueños cerraron y se fueron y el personal quedó desempleado. Me enteré por Facebook que necesitaban un maestro y de inmediato me presenté”, comentó.
La tragedia “es un proceso difícil para los niños y debemos mantener su mente trabajando”, dijo. La psicóloga explicó que las clases se imparten de lunes a sábado, y que “el esfuerzo lo vale”. “Hay que mostrar a los niños que después de esto la vida sigue y deben aprender que aunque sufran una desgracia hay que levantarse y seguir luchando”.
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