¿Lo has visto en tus alumnos?
¿Ha visto que un niño habla con alguien invisible y le hace gestos?; Lo hace porque conversa con alguien que sí existe; pero solo para el niño y que cumple un papel fundamental para que el pequeño madure y se adapte a su entorno.
La compañía de amigos imaginarios es habitual entre los niños de entre dos y nueve años de edad; “Forma parte del apoyo que el niño sano desarrolla para su crecimiento; pero muchas veces es un fenómeno que transcurre sin que el mundo de los adultos lo perciba; porque forma parte del mundo imaginario y privado del niño.
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Función
Cuando el niño tiene entre dos y nueve años de edad; vive un momento de su evolución como persona en que la diferencia entre real e imaginario es una cuestión secundaria en su vida. Los amigos invisibles son “un Yo auxiliar o complementario que ayuda al niño a veces a reflejarse y otras a confrontarse consigo mismo”; explica Suárez, que menciona algunas de las funciones que cumple el colega imaginario de los niños:
- Ayuda a recrear una situación donde se controla lo que sucede, porque el niño elige los diálogos o el tono de voz con su amigo invisible y compensa así las experiencias que no puede controlar o no le gustan, como frustraciones o desavenencias con los amigos.
- Fomenta la tolerancia del niño a la soledad, porque al sentirse acompañado aprende a estar sin la presencia de adultos.
- Favorece la autonomía del niño, que pierde el miedo a hacer actividades solo, porque le conforta la presencia de su amigo imaginario.
- Supone un entrenamiento para el autoapoyo. Como en el caso del niño que se siente solo y encuentra esa compañía o consuelo que necesita dentro de sí mismo, gracias a ese amigo imaginario, al que le puede contar situaciones que no quiere expresar a otras personas. De esta forma, es más independiente con respecto a lo que le ofrece su entorno para sentirse feliz.
- Ayuda al niño a transitar el camino entre la dependencia del entorno durante sus primeros años de vida hacia su independencia y autonomía. La misma función desempeñan objetos como los peluches, las mantitas o chuparse el dedo.
Cómo relacionarse
No debemos considerar un enemigo a vencer al amigo invisible; todo lo contrario, resulta una útil herramienta de apoyo para el desarrollo psicológico y emocional del niño; por lo que conviene “plantearlo como un hecho muy normal y habitual en la infancia e interesarnos por lo que nuestro hijo nos cuente sobre su amigo imaginario; escuchándole sin regañarle; cuestionarle o avergonzarle.
Una actitud adecuada sería escuchar con atención y si surge alguna duda preguntarle con naturalidad; como si de un amigo real se tratase; sobre cómo es este amigo o a qué y cuándo juega con él o ella. }
Tengamos en cuenta que el amigo imaginario nos puede dar pistas sobre de lo que nuestro hijo necesita; como atención o sentirse valorado y también sobre sus recursos internos, como la creatividad”; comenta Ana Torre, psicóloga clínica y terapeuta de juego.
No obstante, aunque de manera poco habitual, el amigo imaginario de los niños puede dejar de ser un aliado cuando “interfiere de manera negativa en su vida, porque le limita, evita que lleve a cabo su vida habitual o acarrea experiencias negativas, como el miedo. La existencia de esa figura imaginaria debe aportar experiencias de juego con las que el niño o niña se divierta y con las que obtenga emociones positivas”, aclara la psicóloga.