Los maestros mexicanos nos enfrentamos también a la cantidad de niños que están en un mismo salón a cargo de un solo docente.
Para el maestro, por mucha capacitación y voluntad que tenga, le será complicado atender las necesidades de más de 30 alumnos. Muchas veces ni siquiera tienen un espacio físico adecuado que los contenga cómodamente. Pues faltan sillas, mesas de trabajo y material para tantos niños.
La UNESCO, en el Pronunciamiento de Tailandia (Educación para todos) estableció un máximo de treinta alumnos por salón. Todo ello para que pueda darse una educación de calidad. Por supuesto, que haya pocos alumnos no significa automáticamente que se hará un seguimiento individualizado. O que habrá más motivación, más diálogo, interacción y explicaciones.Eso dependerá además de que el maestro tenga aptitudes, vocación y conocimientos. Pero en un aula superpoblada un docente por más que lo intente y tenga las mejores herramientas, se encontrará con un obstáculo numérico que sobrepasa los límites humanos.
¿Cómo observar a más de treinta alumnos? ¿Cómo evaluar día a día su compromiso? ¿Cómo motivarlos de acuerdo a su tipo de inteligencia? ¿Cómo armar un debate sin que se genere un caos? ¿Cómo escucharlos a todos?
Es por ello, que las aulas deben contar con un número mínimo de 12 o 15 niños. Para poder trabajar en grupos, crear espacios de debate y puestas en común. Con un máximo que no supere los treinta.
Para el maestro es un desgaste físico y mental enorme. Genera muchas veces pedidos de licencias, atender a tantos chicos, corregir sus tareas, mantener un clima adecuado, poner límites, ser escuchado. Y para los alumnos es muy difícil escuchar en un aula ruidosa, poder intervenir y concentrarse en sus tareas. Así como sentirse parte de un grupo, pero a su vez reconocido en forma individual.